10. (Con)Ciencia Pagana

Antes de que fuéramos bebés y nos inclinaran sobre una pila de granito frío, amábamos a las piedras, sí, pero de otra manera.

La Lusipedia recoge en este rincón, discreto por el qué dirán, silencioso para que no nos oigan, los restos de una conciencia arcana, que se esconde bajo la niebla de los tiempos remotos, y que hoy, en algunos lugares, en algunos momentos, sale a la luz. Es la conciencia pagana.

De Monsanto nos quedan esas muñequitas de trapo que se venden en mayo. Son las Marafonas, que nos hablan de la fecundidad, de ahuyentar las tormentas, de la infancia perdida. Una infancia que también aparece en forma de muñeca en Olivenza, cuando las fiestas, cuando el jaleo.

De las montañas del norte, que son las mismas, aunque con nombres diversos (Estrela, Gata, Hurdes,…) nos queda el misterio de los lobisomes, de hombre lobo que el gran Leite de Vasconcelos descifró, y nos quedan las brujas raianas de La Codosera, las que durante los aquelarres sanjuaneros montaban al sacristán convertido en jumento.

La Raia es, por sí sola, un paraíso de curanderos, vedores, afinadores. Ahora los llamamos chamanes, por eso de las películas y los documentales del satélite.

Las tierras hurdanas constituyen, también, un microcosmos pagano. Tienen su propio panteón que da forma y nombre a los fenómenos de la naturaleza, a las necesidades básicas y cotidianas. Tienen, en fin, su propio atlas de la mitología.

Y en el recuerdo nos queda Montánchez, y la Piedra Bamboleante que tantos jóvenes amasaron con sus manos en lo alto de la sierra. Un tesoro telúrico que un día, unos soldados, cuando la guerra, destrozaron queriendo, con ello, demostrar su hombría y no sabemos qué más.

Y también en el recuerdo, pero mucho más adentro, nos quedan los ritos egipcios de Mitra en Mérida, de Orfeo en Pesquero, y de la joya cosmogónica en forma de mosaico que descubre el visitante que se adentra en el mitreo emeritense.

Pero nacimos antes. Y antes era Ataecina. Nuestra gran reina pagana. Nuestro epicentro pagano que se puede rastrear por toda la Lusitania, desde Santa Lucía del Trampal, Malpartida, Alcántara, Bienvenida, Estrela. En algún lugar de ellos estuvo Turóbriga, nuestra casa antigua, nuestro antiguo alma.