Salmo Prohibido Nº 8

[Primer Premio. Premio de Literatura Erótica en servilletas de papel. Cáceres, 1984] I Como cada noche abriré las puertas de tu templo. Me postraré ante tu altar desnudo de pecado. Entonaré salmos de bienestar y, como cada noche, pecaré. Mimadomemamamimadamemamamantote. Anunciaré mi glorificación, mis ríos de plenitud. Todo el cosmos reconocerá la buena mano que nos das, con mis estribillos de meretriz. Vagaremos juntos por la Vía Láctea desde Sodoma hasta la adúltera Berlín. Entres cuevas extrañas, mapas y cordilleras, volcanes y fallas, tierras antiguas. Éxtasis nuevo. Pentecostés al revés. Tu templo cobija al Sacerdote, este que canta, mísero amante de oscuras corrientes estéticas vanguardistas. II Como cada noche echaré las campanas al miedo. Anunciaré buenas nuevas al siglo inmaculado. Despertaré a tu pueblo con mis dulces salmos, y él también caerá. Mimadomemamamimadamemamamantote. Dejaré correr miles de peces saltarines a través de tus naves gigantas, con gemidos de fetos muertos, entre villancicos de emperatriz. Vigilaremos juntos la Vía Láctea desde Sodoma hasta la adúltera Berlín. Entre cuerpos de guardia, miedo a las cárceles, mares y rejas, murallas, ínsulas. Eterno temporal. Pasión. Desfile triunfal al final. De espaldas no me ves, pero sientes que algo dibuja de nieve el color de tu sierra florida, de tu mapa, tu excremento. No me niegues como pintor. III Tú que pintas mi Iglesia con brocha gruesa, animamematandome. Soy el Sacerdote de la Francisguración. Sólo quiero tumbarme en la puerta que me lleve al país de la danza flexible, tersa, imposible, siniestra, centrípeta, bucal, directa, que da alimento a mi pluma con tinta de sangre de noble andaluz. Turbada más te crece, mas te turba que parece un príncipe hindú repleto de joyas, alhajas, mujeres, pero sin mí. Francisgúrate que estoy aquí.