I. Masegosa

1978. Creo que era ese año. Cáceres. Aldea Moret. Campo de fútbol de las minas. Macroconcierto. La cabeza de cartel era Ñu y su flautista loco J.C. Molina. Algún grupo local, y algún otro grupo regional.

Estábamos allí tragando tierra y polvo. Moviendo la cabeza como si tuviéramos melenas jevimetaleras. Ni teníamos el pelo largo ni chupa de cuero, pero tocábamos la guitarra en una buhardilla de Antonio Hurtado, y conocíamos a algunos de los músicos que iban a actuar esa noche, y Ñu estaba en todo su esplendor. No había macroconcierto que se preciara que no anduvieran por allí los Jethro Tull del Manzanares. Era como una cantinela, como la alineación de la selección de Brasil, o la del Sporting de Lisboa, porque ya por aquellos entonces empezó uno a tontear con lo portugués. Leño, Asfalto, Topo, Ñu, Coz, Obús, Barón Rojo, Storm, Cucharada y así hasta llegar al delantero centro, a Union Pacific, la casa madre de todas las Vallekas.

No se había inventado el botellón, pero ya existían las litronas, aunque uno ha sido de toda la vida más de cocacola a porrillo, y había en uno de los fondos del campo una barra o algo así.

Se apagan las luces. Suenan guitarras y aparece un tipo con planta de macarra que sujeta entre las manos algo parecido a un palitroque. No. No era un macarra ni se trataba de un palitroque. Era Carlinos Masegosa y una baqueta de batería. Era Hecatombe.

No recuerdo muy bien el resultado de aquel festival en aquel infame campo de fútbol. Sólo queda en la memoria la imagen de Carlinos con la baqueta y el rock cañero de Hecatombe.

Pregunté. Eran de Mérida. Joder con esta gente. Parecen profesionales. Pasaron los años. Pasaron más años todavía. De los escombros de Hecatombre nació un río de guitarras afiladas en las tranquilas aguas emeritenses. Albarregas. Y en ese río, siempre flotando, la baqueta de Masegosa. Más de una vez vimos a los Albarregas. En Montijo, quizás, en Badajoz, en Cáceres. Se recitaba, por lo bajini, una pequeña alineación. Y no era la que capitaneaba Leño. Era como más de aquí. Como de fútbol sala. Albarregas. Tentación. Palpitación. Y Acción Rock Band, que eran como de otra época.

Luego uno empezó a frecuentar Mérida y llegó a Bucéfalo y al Carlinos que cabalgaba a lomos del caballo mitológico.

2008. Han pasado 30 años. Uno sigue sin melena, pero sí con chupa de cuero, que se la compró hace algún tiempo, y sus buenos talegos que le costó. Mérida. Acueducto romano. Bucéfalo celebra sus 25 takos. Se dice pronto. Ahí estaba Carlinos. En algún momento cogió la baqueta y uno volvió al viejo campo de las minas. Pero no. No estaba en Cáceres. Estaba junto al río que le dio vida a Masegosa. Porque uno piensa que a estas alturas Mérida no se puede dibujar en un plano sin el otro río, el Albarregas, y sin caballos correteando por el viejo Circo Romano del Rock mordiendo el polvo del gran Bucéfalo.

Porque Carlos Masegosa es parte de la memoria sentimental de los últimos emeritenses. Y lo que le queda.

Rades
Septiembre de 2008