07. Dulce mentira

En 1983, cuando se estaban finalizando las obras del futuro auditorio de San Benito y el acondicionamiento del conventual, un operario encontró, una mañana de abril, sobre el dintel de una de las puertas, una vasija.


No era extraño que los arquitectos colocaran vasijas sobre los dinteles para así repartir el peso del muro sobre las puertas, con lo cual en nada sorprendió al operario tal hallazgo.


Una vez extraída del muro, pudo observar que el interior de la vasija contenía un pequeño libro. Lo cogió y cuidadosamente abrió sus páginas. Observó que faltaban algunas de ellas y que estaba escrito con caracteres que él no entendía, y palabras para él desconocidas.


Lo guardó en un bolsillo y cuando acabó el trabajo se lo llevó a casa. No dijo nada a ninguno de los compañeros. Imaginó que se trataría de algún documento de asuntos religiosos, por el lugar donde lo había encontrado. Un misal, quizás.


Lo mantuvo guardado cinco años. Un verano, durante la visita de unos familiares y en una amena conversación sobre el Conventual de San Benito y el Festival de Teatro, recordó el hallazgo del librito y narró la anécdota a sus contertulios.

Ante la insistencia de uno de ellos sacó el libro que fue hojeado inmediatamente por los presentes. Uno de esos familiares que conocía algo de historia sagrada y de la lengua latina empezó a leerlo hasta que se percató de lo que en él aparecía escrito.


Quedó asombrado. Supo al instante que estaba leyendo hechos de la vida de Jesús de Nazaret pero escritos de una forma distinta a la que él y todos conocemos. Es decir la que conocemos a través de los evangelios.

Durante los días siguientes se trasladó sin dudarlo a Plasencia, Cáceres y Llerena.

Tenía conocidos en estos tres lugares que le podían dar alguna pista sobre el texto que tenía en sus manos.

Después de este periplo no había duda. Ese librito, al que el círculo íntimo de conocedores comenzó a llamar familiarmente El Manuscrito de Alcántara (le faltaban las primeras páginas donde probablemente aparecía el nombre del autor, así como el título), contenía unos de esos escritos medievales, de carácter apócrifo que tanto se cultivaron en esa época de la Historia. Era, en resumen, un Evangelio Apócrifo.

Después de ese recorrido por nuestra región el manuscrito volvió a manos de su poseedor que aún lo mantiene a buen recaudo, sabedor ya de que tiene un tesoro bajo sí.

Y Existen en la Lusipedia otros dulces tesoros que navegan en la fantasía; Los círculos de Olivenza que dicen y rumorean que construyeron seres venidos de allende el espacio sideral, o los orígenes de Mérida que también cuentan que se pierden en las manos de Hércules y los Mirmidones. La Lusipedia es así de sorprendente.