Las naves gigantes de la catedral

[Variante II del Salmo Prohibido Nº 8]


I
Como cada noche abriré las puertas de tu templo.
Me postraré ante tu altar desnudo de pecado.

Entonaré salmos de bienestar y, como cada noche, pecaré.
Anunciaré mi glorificación, mis ríos de plenitud.
Todo el cosmos reconocerá la buena mano que nos das,
con mis estribillos de meretriz.

Vagaremos juntos por la Vía Láctea desde Sodoma hasta la ciudad de Sardes,
donde reina la blandura y la molicie.

Entres rutas extrañas, mapas y cordilleras,
volcanes y fallas, tierras antiguas. Éxtasis nuevo.
Pentecostés al revés.

Tu templo cobija al Sacerdote, este que canta,
mísero amante de las oscuras corrientes del dolor.


II
Como cada noche echaré las campanas al cielo.
Anunciaré buenas nuevas al siglo inmaculado.

Despertaré a tu pueblo con mis dulces salmos, y é1 también caerá.
Dejaré nadar miles de peces saltarines
a través de tus naves gigantas, con gemidos de fetos muertos,
entre villancicos de emperatriz.

Vigilaremos juntos la vía láctea desde Sodoma hasta la ciudad de Sardes,
donde reina la blandura y la molicie.

Entre cuerpos de guardia, miedo a las cárceles,
mares, rejas, murallas, ínsulas. Eterno temporal.
Pasión. Desfile triunfal al final.

De espaldas no me ves,
pero sientes que algo dibuja de nieve
el color de tu sierra florida,
de tu mapa, tu excremento.
No me niegues como pintor.


III

Como cada noche invocaré a los hijos de tu reino.
Iluminaré los sacrificios con la carne mancillada.
y cantaremos juntos y gozaremos y pecaremos.
Oficiaré las horas y las vísperas del alba
con los niños de voces blancas,
entre flautas de órganos viejos,

Habitaremos la vía Láctea desde Sodoma hasta la ciudad de Sardes,
donde reina la blandura y la molicie.
Tú que pintas mi Iglesia
con brocha gruesa, reavívame matándome.
Soy el Sacerdote de la Francisguración.
Sólo quiero tumbarme en la puerta que me lleve al país de la danza
flexible, tersa, imposible, siniestra, centrípeta, bucal,
directa, que da alimento a mi pluma
con tinta de sangre de noble andaluz.



IV

Turbada más te crece, mas te turbas y pareces un. príncipe hindú
repleto de joyas, alhajas, mujeres, pero sin mí.

Francisgúrate que estoy aquí, quemando las joyas.

Avienta tu cetro, mata a los niños,
ahoga a los peces, quiebra las lanzas
y seré el camino por el que pase tu carro y tu ornato.

Seré la vida de tu otra vida,
y cantaremos juntos, aboliremos leyes,
destronaremos reinas y palacios,
y lanzaremos flechas a las ciudades, pelearemos sangre,
quebrantaremos rejas y hundiremos islas.

¡Cuántos soldados, cuántos!
¡Cuántas Iglesias y ministros y países, oraciones!
¡Cuánta pasión!



V

Mil noches y mil y una más,
y haré de tu templo un museo,
una estatua de tu altar,
y la cruz latina de tu cuerpo
ascenderá a los cielos,
mas no en madera, en carne de trofeo,
en savia de tus manos y tus pies.


El secreto del retablo que escondes tras el oro del sagrario .
recorrerá la plaza en la noche,
a aquellas horas que tu torre baña en el aire,
y alegra los corazones de los muchachos, y los desvive y los encoge,
los agrieta y marchita, y los besa.


Me llaman las campanas, Salve Festa Dies,
me ata la túnica a tus misas,
el cíngulo, la estola,
y el palio que protege tu copa.

Flores en los altares,
caer en el pecado de la carne.
Comer de tu cuerpo, profanar tus misterios
abrazando la corona, el brillo de tu cetro.
Comulgar y volver a caer.


VI

Tú, Señor del desierto, Amo de Jericó, Yavé de los pastores, Rey de Sodoma,
aniquila al mercader que comercia en tu casa, látigo y furia.

Que tu templo no es la piedra, ni siquiera el oro
que descubren los obreros en las minas.

Tu Iglesia es tu Cuerpo, Rey Mío,
y como cada noche,, yo voy a ser ciudad,
profeta, columna o muro de bronce,
Jeremías deslenguado, y surgirán mis salmos,
y hablaré.
Y el rubor no adornará la piel de mi cara.
Plantaré palmeras con mis manos jóvenes,
haré escuchar a mi trompeta.

Mi gozo será el eco de los valles,
y los pueblos y las tribus,
y cantarán los rebaños tu nombre,
y pecaré.

Pecaré como pecaron las islas,
con soberbia.

Me quedaré sólo entre las aguas
para alegría de náufragos y corsarios,
y seré taberna de sus copas,
descanso de sus cuerpos, bahía de bus barcos.
Vendrán al templo pana cantar,
para gozar contigo y celebrar tu carne.
¡Trompeta! ¡Algarabía!



VII
Arrástrame, Señor, arrástrame
y llévame a tus cámaras,
Y serás amado
más que se ama al vino en los banquetes.

Entrar en la ciudad divina por el bosque del Norte,
por la puerta que llaman Hermosa, y recorrer sus calles,
piedra blanda, de casa en casa, de tienda en tienda,
parar a descansar disfrutando de las amenas sombras,
y llegar a la plaza pública donde siempre es fiesta,
donde la gente confunde su lengua, sus mercancías.

Y Corona de la ciudad, como suprema ley urbana,
el Templo.

¡Qué largo el camino de tu cuerpo!
Pero el polvo se hace miel
para no morderse, miel y saborear
hasta caer ebrio de sol y de luna.


VIII
¡Qué largo el camino, pero qué gozado!
Como si con sandalias de reyes lo trazaras.
Con sandalias y báculo real.

Que no me detenga,
arrástrame,
que no retorne la calma.

Olvidaremos los días
en que la vid estaba en duelo.

Arrástrame. Serás amado más que las doncellas son amadas.
Por tus perfumes serás amado.

Alma mía, que no recobre la calma, que no.




LAS NAVES GIGANTES DE LA CATEDRAL
13-14/06/1984